Fuente: Actas 5º Congreso Estatal Isonomía sobre Igualdad entre mujeres y hombres |
Pero el largo camino en la procura del príncipe azul está lleno de escollos. Las mujeres, conscientes de
ello, elaboran y despliegan una serie de estrategias que muchas veces se articulan
en torno a la objetivación de su cuerpo y de su persona como medio de
vinculación con el otro, rivalizando entre ellas, siguiendo severas dietas de adelgazamiento, ofreciendo sexo a cambio de amor (Marqués y
Osborne, 1991). Objetivándose, en definitiva, para alcanzar su verdadero y más
profundo deseo: ser amadas y protegidas por un hombre.
Así, en una de las frecuentes discusiones
entre las chicas de la casa, Abi e Isabel critican el comportamiento sexual poco decoroso de Marta, poniendo de relieve el doble
rasero sexual que niega a las
mujeres su derecho al placer sexual y les impone una actitud pasiva e inhibida
en su negociación de las relaciones sexuales:
Abi:
Mejor pide alguien más joven, nena,
que tú le fundes los plomos a un equipo de rugby.
Marta:
¡Pero bueno!, ¡No soy una ninfómana!
Isabel: Vamos,
niña, que hay bocas de metro menos transitadas que tu entrepierna.
Marta: ¿Y a ti quién
te ha contado eso, lista?
Isabel: Los
mismos que dicen que cuando te bajas las bragas hay eco, eco, ecoo…
Marta: Eres muy
graciosa, pero yo puedo vivir sin sexo, he pasado años sin él...
Abi: ¿Años?…
¡Ah sí, exactamente hasta los 8 años, reina!
Marta: Así que
creéis que soy una fresca.
Isabel: Bueno,
eso diría mi abuela. ¡Yo diría un putón!
Marta: Pues
ningún chico me ha llamado eso nunca, y como tú dices conozco unos cuantos.
Así, en esta conversación a tres voces se explicita que
la mujer que tiene sexo con varias parejas es una puta,
lo que es recordado, en no pocas ocasiones, por las otras mujeres, incluso
más frecuentemente que por los hombres. Esta cuestión destaca el sexismo interiorizado de las mujeres, que de una forma hostil
es expresado a las otras mujeres, explicitando no sólo su rivalidad en la búsqueda del hombre perfecto,
sino sus diferentes estrategias utilizadas como instrumento de vinculación con el
otro. Así, mientras Marta ofrece sexo a cambio de amor, Isabel promete sexo para sentirse querida y deseada
durante unas horas, y después mantiene su actitud de decoro, de
acuerdo con los estereotipos
de la sexualidad femenina:
Marta: ¿Sabes
quiénes les parecen a ellos realmente unas zorras?
Isabel: ¡Ilumíname!
Marta: Pues
esas chicas que dejan que las inviten a cenar, a la discoteca, a tomar copas y
que a las seis de la mañana les dicen,
gracias quiero ir a sonson, hasta mañana, cuídate mucho.
Isabel: ¿Me
quieres decir algo? Yo solo hago eso con algún imbécil.
Marta: ¡No
fastidies! ¿Hay alguno que no te lo parezca?
Isabel: Y qué
tiene de malo, sólo me quieren llevar a la cama, ¿no?, pues yo les llevo a mi huerto
¡Que se jodan!
La rivalidad entre mujeres asume que los hombres tienen necesidades que satisfacen buscando sexo
en las mujeres, de modo que cuando una mujer no le da lo que
necesitan lo buscan en otra que sí lo
haga. Las mujeres aceptan así, tácitamente, su condición de instrumentos para el placer masculino,
asumiendo que para que un hombre ame
de verdad a una mujer, más allá
de su mera instrumentalización como objeto de deseo, ésta ha de valer mucho:
Marta: Tú sabes
que sólo te invitan y te soportan para echarte un polvo, ¿no?
Isabel: Claro.
Marta: Y sabes
desde un principio que no lo harás.
Isabel: Sí, ¿y?
Marta: Gracias a
ti los puticlubs están llenos.
Isabel: No
todas somos tan putas, reina.
Marta: Mira, yo
seré una zorra, pero mejor puta que hija de puta.
Y en esta estrategia de sexo como vinculación con el otro, donde la relación sexual
constituye para la mujer un lugar de encuentro donde comunicarse y ser querida
por el otro, el cuerpo constituye uno de los principales reclamos,
de modo que el control del apetito y la estricta dieta constituye uno de los más fundamentales requisitos para obtener el reconocimiento del hombre.
Las mujeres se convierten así en objetos de deseo, en productos que rivalizan en el mercado para convencer al
cliente. Y será así, a través del cuerpo como reclamo cómo el hombre podrá
llegar a ellas, para posteriormente valorarlas y amarlas tal como son: una cara, un cuerpo bonito y las puertas se abren, si no olvídate, no existes (Isabel). En
esta línea destaca la siguiente escena en la que las chicas explicitan estas cuestiones:
Venus: Daniel
ha hecho cuajada, cuajada con miel de azahar, para no llorar más.
María: Muchas
gracias.
Abi: Gracias
Venus, no hará falta.
María: Tomaré
uno.
Isabel: María,
eres la viva imagen de la debilidad y el fracaso.
María: No
puedes ser tan mala. ¡Tiene tan buena pinta!
Abi: Déjala
comer, seguro que te encanta eliminar competencia, ¿verdad?
Isabel: La
naturaleza es cruel, al final sólo quedaremos las más fuertes.
Isabel: Venus,
cariño, ¿por qué no me haces caso y dejas de cebarte como una foca?
Abi: ¿Sabéis
por qué me dejó mi novio después de cinco años?
Isabel: Por
otra chica.
Abi: ¡Bingo! De
repente mi culo le pareció demasiado grande... Ya sé que es triste, pero prefiero
asegurarme de que eso no vuelve a pasar...
Pero el voraz
apetito de Venus, su despreocupación por los imperativos del rígido ideal de belleza impuesto a las mujeres, no durará demasiado. Poco tiempo después, al
sentirse rechazada por su príncipe, que sucumbe a los encantos de su compañera de reparto (mujer despampanante, objeto de las envidias de las chicas), Venus caerá también en las redes del control
del cuerpo, principal culpable de su fracaso: ¿Cómo puedo ser guapa?, pregunta
a sus compañeras, mientras ellas apartan el plato de comida de su vista.
Así, un cuerpo bello (entiéndase delgado), cueste lo que cueste, constituye el
principal anzuelo
para el príncipe. Una vez que pique, la relación sexual será un preciado espacio al través del que
llegar al otro, entregarse a él, comunicarse con
él, sentirse deseada, amada y valorada.
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