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jueves, 4 de febrero de 2021

FORTALECES AL HOMBRE CUANDO LE AYUDAS, PERO .......

Un maestro del cultivo del arroz dejó a su mejor discípulo un arrozal para que lo cultive durante tres años.
Pasado un año, el maestro visita el campo para verificar la primera cosecha, que ha sido muy buena, especialmente porque el discípulo había provisto el arrozal del agua necesaria.
La segunda cosecha, resultó abundantísima, incluso mejor que la anterior y con grano de gran calidad. El joven discípulo además había abonado convenientemente la tierra.
Al final del tercer año, el maestro acude a comprobar el resultado obtenido. El discípulo entusiasmado por la cosecha maravillosa del segundo año, abonó en exceso la tierra, que dio una gran abundancia de arroz, pero formado por granos pequeños y minúsculos que no servía para comerciar en el mercado del arroz. Fue una cosecha inútil y el trabajo realizado en el tercer año fue estéril.
El maestro dijo a su discípulo: “Así pasa con las personas. Fortaleces al hombre cuando le ayudas un poco, pero si le ayudas demasiado, lo debilitas” (Cuento sufí, con sabiduría)

DESPUÉS DE QUE OCURRE ALGO

No hay mal que por bien no venga. Una visión optimista de la realidad, de un acontecimiento. A veces de un mal momento y de una adversidad se pueden extraer resultados positivos.
Un hombre granjero tenía un viejo caballo que utilizaba para cultivar la tierra. Su mejor caballo. Los vecinos decían: "Que buena suerte tienes por tener un caballo así y nosotros que mala suerte por no tenerlo". “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿No se?”, dice el granjero. Un día el caballo desaparece y todos los lugareños acuden a su casa para acompañarle en su desgracia. El granjero dice: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿No se?”. Todos sus vecinos aseguran que es mala suerte perder al mejor caballo. Al cabo de un tiempo el caballo regresa acompañado de varios caballos salvajes. Los vecinos acuden a felicitarle por la suerte que ha tenido. El granjero responde: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿No se?”. Todos se ríen del granjero y les dicen: “Es buena suerte, pareces estúpido. Claro que es bueno, tienes a tu caballo y varios más”.
Pasado unos días, el hijo del granjero intentó domesticar a uno de los caballos salvajes. La bravura del caballo lo alzó por el aire y en la caída el joven de dieciocho años rompió las dos piernas. Los lugareños acudieron a su lado apara acompañarlo en su desgracia y en su mala suerte. De nuevo el granjero exclamó: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿No se?”. “Es una desgracia, tu hijo tiene las piernas rotas”, dijeron sus vecinos.
En una semana estalló una guerra cruel y todos los jóvenes de dieciocho años perdieron la vida en la contienda. Todos menos su hijo, que tenía las piernas rotas. (Cuento Sufí)